Ivonne Roxana
Guanga Molina
Presentación
Cuando en enero de 2007 iniciamos la
construcción del Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010, «Plan para la
Revolución Ciudadana», no partimos de cero. La propuesta de cambio, definida en
el Plan de Gobierno que el Movimiento País presentó a la ciudadanía, en el
marco de su participación electoral de los años 2006, 2007, 2008, trazó ya los
grandes lineamientos de una agenda alternativa para el Ecuador.
Ahora, nuestro desafío es su consolidación.
Por ello, el Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013 plantea nuevos retos
orientados hacia la materialización y radicalización del proyecto de cambio de
la Revolución Ciudadana, para la construcción de un Estado plurinacional e
intercultural y finalmente para alcanzar el Buen Vivir de las y los
ecuatorianos.
Al igual que aquel Plan que rigió el anterior
período de gobierno, el Plan 2009-2013 recoge y busca concretar las
revoluciones delineadas en el proyecto de cambio de la Revolución Ciudadana.
Dichas apuestas de cambio también fueron orientaciones para el proceso
constituyente de 2008, que finalmente se plasmaron en el nuevo pacto social
reflejado en la nueva Constitución de la República del Ecuador. Tales
revoluciones son:
1. Revolución constitucional y democrática, para sentar las bases de una
comunidad política incluyente y reflexiva, que apuesta a la capacidad del país
para definir otro rumbo como sociedad justa, diversa, plurinacional,
intercultural y soberana. Ello requiere la consolidación del actual proceso
constituyente, a través del desarrollo normativo, de la implementación de
políticas públicas y de la transformación del Estado, coherentes con el nuevo
proyecto de cambio, para que los derechos del Buen Vivir sean realmente
ejercidos. Para esto, es indispensable la construcción de una ciudadanía
radical que fije las bases materiales de un proyecto nacional inspirado por la
igualdad en la diversidad.
2. Revolución ética, para garantizar la transparencia, la rendición de
cuentas y el control social, como pilares para la construcción de relaciones
sociales que posibiliten el reconocimiento mutuo entre las personas y la
confianza colectiva, elementos imprescindibles para impulsar este proceso de
cambio en el largo plazo.
3. Revolución económica, productiva y agraria, para superar el modelo
de exclusión heredado y orientar los recursos del Estado a la educación, salud,
vialidad, vivienda, investigación científica y tecnológica, trabajo y
reactivación productiva, en armonía y complementariedad entre zonas rurales y
urbanas. Esta revolución debe concretarse a través de la democratización del
acceso al agua, tierra, crédito, tecnologías, conocimientos e información, y
diversificación de las formas de producción y de propiedad.
4. Revolución social, para que, a través de una política social articulada a
una política económica incluyente y movilizadora, el Estado garantice los
derechos fundamentales. Esta política integral, coherente e integradora es la
que ofrece las oportunidades para la inserción socioeconómica y, a la vez, para
fortalecer las capacidades de las personas, comunidades, pueblos,
nacionalidades y grupos de atención prioritaria, con el fin de que ejerzan
libremente sus derechos.
5. Revolución por la dignidad, soberanía e integración latinoamericana, para
mantener una posición clara, digna y soberana en las relaciones internacionales
y frente a los organismos multilaterales. Ello permitirá avanzar hacia una
verdadera integración con América Latina y el Caribe, así como insertar al país
de manera estratégica en el mundo.
Las propuestas contenidas en el Plan
Nacional para el Buen Vivir 2009-2013, plantean importantes desafíos técnicos y
políticos e innovaciones metodológicas e instrumentales. Sin embargo, el
significado más profundo del Plan está en la ruptura conceptual que plantean
los idearios del Consenso de Washington y con las aproximaciones más ortodoxas
al concepto de desarrollo.
En este sentido, el Buen Vivir, parte de
una larga búsqueda de modos alternativas de vida que han impulsado
particularmente los actores sociales de América Latina durante las últimas
décadas, demandando reivindicaciones frente al modelo económico neoliberal. En
el caso ecuatoriano, dichas reivindicaciones fueron reconocidas e incorporadas
en la Constitución, convirtiéndose entonces en los principios y orientaciones
del nuevo pacto social.
El Buen Vivir, es por tanto, una apuesta
de cambio que se construye continuamente desde esas reivindicaciones por
reforzar una visión más amplia, que supere los estrechos márgenes cuantitativos
del economicismo, que permita la aplicación de un nuevo paradigma económico
cuyo fin no se concentre en los procesos de acumulación material, mecanicista e
interminable de bienes, sino que promueva una estrategia económica incluyente,
sustentable y democrática. Es decir, una visión que incorpore a los procesos de
acumulación y (re)distribución a los actores que históricamente han sido
excluidos de las lógicas del mercado capitalista, así como a aquellas formas de
producción y reproducción que se fundamentan en principios diferentes a dicha
lógica de mercado.
Asimismo, el Buen Vivir se construye desde las
posiciones que reivindican la revisión y reinterpretación de la relación entre
la naturaleza y los seres humanos, es decir, desde el tránsito del actual
antropocentrismo al biopluralismo en tanto la actividad humana realiza un uso
de los recursos naturales adaptado a la generación (regeneración) natural de
los mismos (Guimaraes en Acosta, 2009).
Finalmente, el Buen Vivir se construye también
desde las reivindicaciones por la igualdad y la justicia social, y desde el
reconocimiento, la valoración y el diálogo de los pueblos y de sus culturas,
saberes y modos de vida.
Sabiendo que la definición del Buen Vivir implica estar conscientes de
un concepto complejo, vivo, no lineal, históricamente construido y que por lo
tanto estará en constante resignificación, podemos aventurarnos a sintetizar
qué entendemos por Buen Vivir: «la satisfacción de las necesidades, la
consecución de una calidad de vida y muerte dignas, el amar y ser amado, y el
florecimiento saludable de todos y todas, en paz y armonía con la naturaleza y
la prolongación indefinida de las culturas humanas. El Buen Vivir supone tener
tiempo libre para la contemplación y la emancipación, y que las libertades,
oportunidades, capacidades y potencialidades reales de los individuos se
amplíen y florezcan de modo que permitan lograr simultáneamente aquello que la
sociedad, los territorios, las diversas identidades colectivas y cada uno
—visto como un ser humano universal y particular a la vez— valora como
objetivo de vida deseable (tanto material como subjetivamente, y sin producir
ningún tipo de dominación a un otro). Nuestro concepto de Buen Vivir nos obliga
a reconstruir lo público para reconocernos, comprendernos y valorarnos unos a
otros— entre diversos pero iguales— a fin de que prospere la posibilidad de
reciprocidad y mutuo reconocimiento, y con ello posibilitar la autorrealización
y la construcción de un porvenir social compartido» (Ramírez; 2008:
387).
Esta ruptura conceptual que proponemos tiene
orientaciones éticas y principios que marcan el camino hacia un cambio radical
para la construcción de una sociedad justa, libre y democrática. Las
orientaciones éticas se expresan en cinco dimensiones: la justicia social y
económica, la justicia democrática y participativa, la justicia
intergeneracional e interpersonal, la justicia transnacional y la justicia como
imparcialidad. A su vez, propone desafíos que se pueden sintetizar en:
·
Construir una sociedad que reconozca la unidad
en la diversidad.
·
Reconocer al ser humano como ser gregario que
desea vivir en sociedad.
·
Promover la igualdad, la integración y la
cohesión social como pauta de convivencia.
·
Garantizar progresivamente los derechos
universales y la potenciación de las capacidades humanas.
·
Construir relaciones sociales y económicas en
armonía con la naturaleza.
·
Edificar una convivencia solidaria, fraterna y
cooperativa.
·
Consolidar relaciones de trabajo y de ocio
liberadores.
·
Reconstruir lo público.
·
Profundizar la construcción de una democracia
representativa, participativa y deliberativa.
·
Consolidar un Estado democrático, pluralista y
laico.
La ruptura conceptual con el concepto de
desarrollo y el modo de Estado se plasman en una estrategia de largo plazo que
busca construir una «biópolis eco-turística», cuyo desafío es concretar un
nuevo modo de generación de riqueza y (re)distribución post-petrolera para el Buen
Vivir.
Este nuevo modo define, para la primera fase
de su aplicación durante el período 2009-2013, doce estrategias de cambio:
I. Democratización de los medios de producción, (re)distribución de la
riqueza y diversificación de las formas de propiedad y de organización.
II. Transformación del patrón de especialización de la economía a través
de la sustitución selectiva de importaciones para el Buen Vivir.
III. Aumento de la productividad real y diversificación de las
exportaciones, exportadores y destinos mundiales.
IV. Inserción estratégica y soberana en el mundo e integración
latinoamericana.
V. Transformación de la educación superior y transferencia de
conocimiento en ciencia, tecnología e innovación.
VI. Conectividad y telecomunicaciones para construir la sociedad de la
información.
VII. Cambio de la matriz energética.
VIII. Inversión para el Buen Vivir, en el marco de una macroeconomía
sostenible.
IX. Inclusión, protección social solidaria y garantía de derechos
en el marco del Estado constitucional de derechos y justicia.
X. Sostenibilidad, conservación, conocimiento del patrimonio natural y
fomento al turismo comunitario.
XI. Desarrollo y ordenamiento territorial, desconcentración y
descentralización.
XII. Poder ciudadano y protagonismo social.
Con estos fundamentos, el Plan aterriza en lo
concreto y propone una lógica de planificación a partir de los siguientes 12
grandes objetivos nacionales para el Buen Vivir, los mismos que ya fueron
planteados en el Plan Nacional de Desarrollo 2007-2010 y que ahora son
actualizados bajo parámetros que se relacionan con el desempeño de las metas
nacionales, con las distintas propuestas de acción pública sectorial y
territorial, y principalmente con la necesidad de concretar los desafíos
derivados del nuevo marco constitucional.
En consecuencia, los objetivos actualizados
del Plan Nacional para el Buen Vivir son:
Objetivo 1. Auspiciar la igualdad, cohesión e integración social y
territorial en la diversidad.
Objetivo 2. Mejorar las capacidades y potencialidades de la ciudadanía.
Objetivo 3. Mejorar la calidad de vida de la población.
Objetivo 4. Garantizar los derechos de la naturaleza y promover un
ambiente sano y sustentable.
Objetivo 5. Garantizar la soberanía y la paz, e impulsar la inserción
estratégica en el mundo y la integración latinoamericana.
Objetivo 6. Garantizar el trabajo estable, justo y digno en su diversidad
de formas.
Objetivo 7. Construir y fortalecer espacios públicos, interculturales y
de encuentro común.
Objetivo 8. Afirmar y fortalecer la identidad nacional, las identidades
diversas, la plurinacionalidad y la interculturalidad.
Objetivo 9. Garantizar la vigencia de los derechos y la justicia.
Objetivo 10. Garantizar el acceso a la participación pública y política.
Objetivo 11. Establecer un sistema económico social, solidario y
sostenible.
Objetivo 12. Construir un Estado democrático para el Buen Vivir.
Este Plan no es concebido como la suma
de partes y elementos dispersos. Tiene una mirada integradora, basada en un
enfoque de derechos que va más allá de la entrada sectorialista tradicional, y
tiene como ejes la sostenibilidad ambiental y las equidades generacional,
intercultural, territorial y de género. La armonización de lo sectorial con los
objetivos nacionales supuso un gran esfuerzo de coordinación y articulación
interestatal para conjugar la problemática, las políticas y las visiones
sectoriales con los grandes intereses nacionales.
Para propiciar esta articulación, la
formulación del Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013 se sustentó en un
proceso de diseño de agendas sectoriales, consideradas como instrumentos de
coordinación y concertación sectorial, las cuales representan un esfuerzo de
definición de políticas, estrategias, programas y proyectos que ejecuta cada
gabinete sectorial de la Función Ejecutiva. Las agendas y políticas sectoriales
brindan coherencia a las propuestas de gestión pública con respecto a las
disposiciones constitucionales, los objetivos del Buen Vivir y la planificación
operativa, lo que determina un flujo de articulación entre las orientaciones
programáticas de mediano plazo y la gestión institucional efectiva.
La concertación sectorial no es suficiente
cuando se requiere articular las distintas visiones y condiciones de los
territorios y sus poblaciones, con el objeto de fortalecer su integración y
mejorar las condiciones de vida de las y los ecuatorianos. Pensar el territorio
como el espacio de concreción de la política pública y, a su vez, a las
dinámicas territoriales como elementos sustantivos para la planificación
pública, es una apuesta y además un gran desafío para el proceso de
planificación. Se trata de un proceso de doble vía, en el que la planificación
local alimenta y nutre a la planificación nacional y viceversa, como parte de
un proceso de construcción de un nuevo tipo de Estado policéntrico. Así, en
2007 el Ecuador impulsó un Plan Nacional de Desarrollo en el cual la
perspectiva territorial se incorporó a partir de los planes provinciales.
Para el período 2009-2013 la Estrategia
Territorial Nacional constituye una de las principales innovaciones del Plan en
tanto incorpora al ordenamiento territorial e identifica las principales
intervenciones y proyectos estratégicos en los territorios. También el Plan
incluye la desagregación y territorialización de indicadores que sirven de
sustento para el diseño de políticas públicas en función de la diversidad
propia del país.
De igual manera el Plan Nacional para el Buen
Vivir 2009-2013, refuerza la articulación entre la planificación nacional y
territorial al identificar las dinámicas y particularidades específicas para la
formulación de políticas públicas. El proceso de formulación de agendas para
las siete zonas de planificación, permitió identificar las necesidades de las
poblaciones relacionadas a las cualidades, potencialidades y limitaciones de
los territorios, así como desarrollar una propuesta de modelo territorial en el
que se expresan los lineamientos para el uso del suelo y las intervenciones
estratégicas articuladas a una propuesta nacional.
Todo este nuevo esquema de planificación
nacional también implica un sólido proceso participativo. En este contexto, la
formulación del Plan para el Buen Vivir 2009-2013 responde a un proceso
sostenido de consulta que inició con la elaboración del Plan Nacional de
Desarrollo 2007-2010. Se caracteriza por la diversidad de actores que formaron
parte del mismo, a través de veedurías ciudadanas a la ejecución de políticas,
grupos focales, consultas ciudadanas, tanto a nivel nacional como territorial,
así como también el diálogo y la concertación con los actores sociales e
institucionales.
Es particularmente importante resaltar la
organización de Talleres de Consulta Ciudadana con énfasis en la articulación
del Plan en los territorios. Estos talleres se realizaron en Esmeraldas,
Babahoyo, Portoviejo, Santo Domingo, Cuenca,
Loja, Latacunga y Tena; adicionalmente, se realizaron dos talleres
nacionales en Quito y Guayaquil para analizar los alcances a los objetivos,
políticas y lineamientos de acción pública. Por sus especificidades
territoriales, ambientales y culturales, se organizó un taller en Galápagos, y
otro con pueblos y nacionalidades en la ciudad de Baños. En los talleres
participaron más de 4.000 representantes de la sociedad ecuatoriana organizados
en más de 85 mesas de trabajo que permitieron discutir tanto los objetivos
nacionales cuanto las estrategias territoriales.
Para asegurar la incorporación de los aportes
ciudadanos a los contenidos del Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013, se
diseñó una metodología de facilitación y sistematización asociada a los
lineamientos nacionales. Así, en cada mesa de trabajo se discutieron las
políticas de cada objetivo nacional agrupadas en cada uno de los componentes de
la Estrategia Territorial Nacional. De esta manera se indujo a la reflexión de
las orientaciones nacionales desde las realidades zonales. Los resultados de
los procesos participativos fueron difundidos a través de las fichas de
sistematización de cada taller publicadas en el sitio web creado para el efecto.
Adicionalmente, se organizaron eventos masivos
en espacios públicos que permitieron la difusión de los contenidos del Plan
Nacional para el Buen Vivir entre la ciudadanía, realizados en las plazas
públicas de las ciudades de Quito, Guayaquil, Cuenca, Loja y Manta. Como aporte
a la discusión sobre prioridades de la sociedad ecuatoriana, y particularmente
de la ciudadanía no organizada, se aplicaron sondeos de opinión a más de 5.000
personas, con el objeto de recoger las distintas opiniones de ciudadanos y
ciudadanas respecto al significado del Buen Vivir, así como de acciones
relevantes para el próximo período de gobierno.
El Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013
se estructura en torno a nueve secciones. La primera de ellas presenta el
proceso de construcción del Plan Nacional, el cual se caracterizó por su
sustento en la Constitución de 2008 y por ser profundamente democrático y
ampliamente participativo. A continuación, la sección dos despliega las
orientaciones éticas y programáticas, las cuales subyacen y guían el proceso
actual de transformación. En tercer lugar, se muestra el sentido de cambio
desde el paradigma del desarrollo a uno nuevo del Buen Vivir.
La cuarta sección aporta un diagnóstico
crítico sobre los procesos económicos, sociales y políticos que han
caracterizado al país en las últimas décadas, así como una lectura analítica de
los que fueron los primeros 31 meses de gobierno. De la mano del diagnóstico,
se proponen, en la quinta sección, las transformaciones necesarias para
alcanzar, en el mediano plazo, un nuevo modo de acumulación y (re)distribución
para el Buen Vivir. Ello da paso a una sección en la que se evidencian las 12
estrategias nacionales para el período 2009-2013; es decir, para la primera
fase de la transformación que propone la quinta sección.
En la séptima sección, se desarrollan los
contenidos de los 12 Objetivos Nacionales para el
Buen Vivir, los cuales han sido actualizados
en función de los contenidos constitucionales, los resultados de la evaluación
del Plan Nacional de Desarrollo 2007-2009, las agendas y políticas sectoriales
y territoriales, las acciones e inversiones públicas y los aportes
ciudadanos. En los 12 Objetivos Nacionales se definen políticas y lineamientos
de política necesarios para la consecución de metas que permitan hacer un
seguimiento de los resultados logrados por el
Gobierno. Validadas por las instituciones
ejecutoras, estas metas rompen con las inercias burocráticas e institucionales,
y muestran el compromiso del Gobierno Nacional para cumplir con su propuesta de
transformación.
La octava sección, como una de las
innovaciones más importantes del Plan Nacional para el Buen Vivir 2009-2013,
incluye la Estrategia Territorial Nacional, misma que identifica y
territorializa las principales intervenciones y proyectos estratégicos
nacionales. Como anexo complementario a la Estrategia Territorial Nacional, se
incluye una primera versión de las agendas zonales. Estas agendas constituyen
un aporte para un proceso de discusión ampliado, en el que progresivamente y en
función de procesos de la información y la planificación territorial se brinde
sustento para el diseño de políticas públicas adecuadas a la diversidad propia
del país.
El Plan, en su novena y última sección,
incluye el desarrollo de criterios para la asignación de recursos a través de
la formulación del Plan Plurianual de Inversiones Cabe resaltar que la
planificación y priorización de la inversión pública es acompañada de un
proceso de análisis, validación y jerarquización de programas y proyectos
articulados a las estrategias de mediano plazo y a las políticas definidas en
cada objetivo.
El Plan Nacional para el Buen Vivir es una
herramienta flexible y dinámica, también disponible en formato magnético, que,
además de los contenidos antes descritos, recopila todos los resultados de la
participación en las mesas de consulta ciudadana e incluye información
adicional al propio Plan, con miras a garantizar su actualización permanente
conforme se van formulando políticas complementarias. Esta herramienta incluye
además una opción de visualización geográfica y desagregación de indicadores a
fin de proporcionar a los gestores de políticas públicas instrumentos que, de
primera mano, les permitan realizar proyecciones de cobertura y ver los
impactos que podrían tener sus programas en el territorio, tomando en cuenta la
sostenibilidad ambiental y las equidades de género, generacional, intercultural
y territorial.
Finalmente, es necesario recalcar que el Plan
Nacional para el Buen Vivir es un primer paso para la construcción del Sistema
Nacional Descentralizado de Planificación Participativa, que tiene como
finalidad descentralizar y desconcentrar el poder para construir el Estado
Plurinacional e Intercultural. En este afán, y siguiendo las disposiciones
constitucionales, el
Plan Nacional para el Buen Vivir deja abiertas
las puertas e invita a la construcción de 14 Planes de Vida de los diferentes
pueblos y nacionalidades del país, así como a la elaboración del Plan de la
circunscripción territorial especial de la Amazonía. De la misma forma, y en el
marco de sus autonomías, recomienda a los gobiernos autónomos descentralizados
la articulación con este Plan y la actualización de sus instrumentos de
planificación y prioridades de intervención territorial.
El «Plan Nacional para el Buen Vivir
2009-2013», ha sido elaborado a través de la
orientación técnica y metodológica de la Secretaría Nacional de Planificación y
Desarrollo (SENPLADES), en coordinación con los equipos técnicos de los
distintos Ministerios y Secretarías de Estado y sobre todo con los aportes de
ciudadanas y ciudadanos ecuatorianos. La aprobación del Plan en el Consejo
Nacional de Planificación constituye un hito en la aplicación de la
Constitución, así como también para la consolidación de la democracia
participativa.
El Buen Vivir en la Constitución del Ecuador [1]
El Buen Vivir, más que una originalidad de la Carta
Constitucional, forma parte de una larga búsqueda de modelos de vida que han
impulsado particularmente los actores sociales de América Latina durante las
últimas décadas, como parte de sus reivindicaciones frente al modelo económico
neoliberal. En el caso ecuatoriano, dichas reivindicaciones fueron reconocidas
e incorporadas en la Constitución, convirtiéndose entonces en los principios y
orientaciones del nuevo pacto social.
No obstante, el Buen Vivir es una apuesta de cambio
que se construye continuamente desde esas reivindicaciones por reforzar la
necesidad de una visión más amplia, la cual supere los estrechos márgenes
cuantitativos del economicismo, que permita la aplicación de un nuevo modelo
económico cuyo fin no se concentre en los procesos de acumulación material,
mecanicista e interminable de bienes, sino que promueva un modelo económico
incluyente; es decir, que incorpore a los procesos de acumulación y
re-distribución, a los actores que históricamente han sido excluidos de las
lógicas del mercado capitalista, así como a aquellas formas de producción y
reproducción que se fundamentan en principios diferentes a dicha lógica de
mercado.
Asimismo, el Buen Vivir, se construye desde las
posiciones que reivindican la revisión y reinterpretación de la relación entre
la naturaleza y los seres humanos, es decir, desde el tránsito del actual
antropocentrismo al biopluralismo (Guimaraes en Acosta, 2009), en tanto la
actividad humana realiza un uso de los recursos naturales adaptado a la
generación (regeneración) natural de los mismos.
Finalmente, el Buen Vivir se construye también desde
las reivindicaciones por la igualdad, y la justicia social (productiva y
distributiva), y desde el reconocimiento y la valoración de los pueblos y de
sus culturas, saberes y modos de vida.
La Constitución ecuatoriana hace hincapié en el goce
de los derechos como condición del Buen Vivir y en el ejercicio de las
responsabilidades en el marco de la interculturalidad y de la convivencia
armónica con la naturaleza (Constitución de la República del Ecuador, Art.
275).
En la Constitución del Ecuador se supera la visión
reduccionista del desarrollo como crecimiento económico y se establece una
nueva visión en la que el centro del desarrollo es el ser humano y el objetivo
final es el alcanzar el sumak
kawsay o Buen Vivir. Frente a la falsa dicotomía entre
Estado y mercado, impulsada por el pensamiento neoliberal, la Constitución
ecuatoriana formula una relación entre Estado, mercado, sociedad y naturaleza.
El mercado deja de ser el motor que impulsa el desarrollo y comparte una serie
de interacciones con el Estado, la sociedad y la naturaleza. Por primera vez,
en la historia de la humanidad una Constitución reconoce los derechos de la
naturaleza y ésta pasa a ser uno de los elementos constitutivos del Buen Vivir.
Frente al desmantelamiento del Estado impulsado por
el neoliberalismo, se hace fundamental recuperar el Estado para la ciudadanía,
en el marco de la recuperación de lo público, en un sentido más abarcativo. De
ahí que la Carta Magna fortalece el Estado recuperando sus roles en la
planificación, regulación y re-distribución. Sin embargo, no se trata de una
visión estatizante, en la que el antiguo rol del mercado es sustituido de
manera acrítica por el Estado. Por el contrario, al fortalecer y ampliar los derechos
y al reconocer a la participación como elemento fundamental en la construcción
de la nueva sociedad, la nueva Constitución busca el fortalecimiento de la
sociedad como condición necesaria para el Buen Vivir en comunidad. De este modo
se impulsa la construcción de un verdadero poder social y ciudadano.
Para la nueva Constitución, el sumak
kawsay implica mejorar la calidad de vida de la población,
desarrollar sus capacidades y potencialidades; contar con un sistema económico
que promueva la igualdad a través de la re-distribución social y territorial de
los beneficios del desarrollo; impulsar la participación efectiva de la
ciudadanía en todos los ámbitos de interés público, establecer una convivencia
armónica con la naturaleza; garantizar la soberanía nacional, promover la
integración latinoamericana; y proteger y promover la diversidad cultural (Art.
276).
La importancia que se da a la diversidad en la carta
magna del Ecuador, no se restringe al plano cultural, sino que se expresa
también en el sistema económico. La Constitución ecuatoriana reconoce al
sistema económico como social y solidario, incorporando la perspectiva de la
diversidad en su concepción y superando la visión mercadocéntrica que lo
definía como social de mercado.
Para la economía social el ser humano es el centro
de la actividad económica y, por lo tanto, la economía debe estar al servicio
de la vida y no la vida en función de la economía. Esto supone revertir la
lógica perversa del capitalismo, para el que la acumulación del capital constituye
el motor de la vida. La economía social, por el contrario, plantea la
generación de una economía plural en donde las lógicas de acumulación del
capital y del poder estén subordinadas a la lógica de la reproducción ampliada
de la vida. Para ello, el trabajo es una noción central. Se trata entonces de
apoyar las iniciativas económicas de la población desde la perspectiva del
trabajo y no desde la perspectiva del empleo, con el fin de garantizar que la
riqueza quede directamente en manos de los trabajadores (Coraggio, 2004).
A esta reflexión se suma la sobrevaloración que ha
adquirido, en los últimos años, sobre todo entre los y las jóvenes, el ingreso
por sobre el trabajo. Una de las ideas más interesantes que podemos proponer
para promover el Buen vivir es, justamente, la recuperación de la dignidad del
trabajo. Esto empieza con la garantía para el ejercicio de los derechos
laborales, pero también supone la revaloración del trabajo como espacio de
construcción de subjetividades, de capacidades organizativas, de vínculos
solidarios y de conocimientos prácticos social y culturalmente relevantes.
La dimensión social del Buen Vivir en la
Constitución ecuatoriana busca la universalización de los servicios sociales de
calidad para garantizar y hacer efectivos los derechos. De este modo, se deja
atrás la concepción de educación, salud o seguridad social como mercancías.
En la dimensión ambiental del Buen Vivir, reconoce
los derechos de la naturaleza, pasando de este modo de una visión de la
naturaleza como recurso, a otra concepción totalmente distinta, en la que ésta
es "el espacio donde se reproduce y realiza la vida". Desde esta
concepción la naturaleza tiene "derecho a que se respete integralmente su
existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura,
funciones y procesos evolutivos", así como el derecho a la restauración
(Art. 71 y 72). Los servicios ambientales no son susceptibles de apropiación
(Art. 74).
Los
derechos como pilares del Buen Vivir
Las innovaciones fundamentales en el campo de los
derechos, desde la perspectiva del Buen Vivir en la nueva Constitución del
Ecuador, parten del reconocimiento del Estado como "constitucional de
derechos y justicia" (Art. 1), frente a la noción tradicional de Estado
social de derechos. Este cambio implica el establecimiento de garantías
constitucionales que permiten aplicar directa e inmediatamente los derechos,
sin necesidad de que exista una legislación secundaria. La Constitución
ecuatoriana amplía además las garantías, sin restringirlas a lo judicial.
Existen tres tipos de garantías: normativas, políticas públicas y
jurisdiccionales (Ávila, 2008: 3-4). De este modo, la política pública pasa a
garantizar los derechos.
Uno de los elementos claves en la concepción del
Buen Vivir es la integralidad, la vida concebida como un todo indivisible. La
noción de integralidad se hace efectiva en la nueva carta magna del Ecuador al
no establecer jerarquías entre los derechos, superando aquella visión que
establecía tipologías en: fundamentales (primera generación), económicos,
sociales y culturales (segunda generación) y colectivos (tercera generación).
Al separar y jerarquizar los derechos, el
pensamiento liberal apuntala un sesgo individualista y deshace el eje social
que los cruza. Esto lleva en la práctica a la existencia de derechos
fundamentales y derechos secundarios, bajo esta concepción, los únicos derechos
verdaderos son los civiles y políticos, y los otros son sólo enunciados, deseos
poco realistas. Detrás de esta concepción está la vieja distinción del
liberalismo entre la libertad (concebida fundamentalmente como libertad
negativa) y la igualdad. La libertad tiene prioridad sobre la igualdad.
Entonces, existen derechos sustantivos los cuales son inalienables y derechos
adjetivos que podrían pasarse por alto, hasta que se realicen plenamente los
primeros. Esta arbitraria jerarquía ha sido un obstáculo para que la mayoría de
la humanidad disfrute una vida plena. Esta visión se ha concretado en una
defensa de la libertad (léase ciertos derechos civiles entendidos desde los
valores dominantes) en detrimento de la justicia entendida como igualdad, que
fue la médula de la declaración de los derechos humanos de 1948 (Díaz Polanco,
2005).
La Constitución del Ecuador rompe con esta
concepción, enfatiza el carácter integral de los derechos, al reconocerlos como
interdependientes y de igual jerarquía (Art. 11, numeral 6) y los organiza en:
derechos del Buen Vivir; derechos de las personas y grupos de atención
prioritaria; derechos de las comunidades, pueblos y nacionalidades; derechos de
participación; derechos de libertad; derechos de la naturaleza y derechos de
protección.
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