Plan Nacional del Buen Vivir.
Por Andres Ramirez Velez.
El Buen Vivir, más que una originalidad de la Carta
Constitucional, forma parte de una larga búsqueda de
modelos de vida que han impulsado particularmente los actores sociales de
América Latina durante las últimas décadas, como parte de sus reivindicaciones
frente al modelo económico neoliberal. En el caso ecuatoriano, dichas
reivindicaciones fueron reconocidas e incorporadas en la Constitución,
convirtiéndose entonces en los principios y orientaciones del nuevo pacto
social.
No obstante, el Buen Vivir es una apuesta de cambio
que se construye continuamente desde esas reivindicaciones por reforzar la
necesidad de una visión más amplia, la cual supere los estrechos márgenes
cuantitativos del economicismo, que permita la aplicación de un nuevo modelo
económico cuyo fin no se concentre en los procesos de acumulación material,
mecanicista e interminable de bienes, sino que promueva un modelo económico
incluyente; es decir, que incorpore a los procesos de acumulación y
re-distribución, a los actores que históricamente han sido excluidos de las
lógicas del mercado capitalista, así como a aquellas formas de producción y
reproducción que se fundamentan en principios diferentes a dicha lógica de
mercado.
Asimismo, el Buen Vivir, se construye desde las
posiciones que reivindican la revisión y reinterpretación de la relación entre
la naturaleza y los seres humanos, es decir, desde el tránsito del actual
antropocentrismo al biopluralismo (Guimaraes en Acosta, 2009), en tanto la
actividad humana realiza un uso de los recursos naturales adaptado a la
generación (regeneración) natural de los mismos.
Finalmente, el Buen Vivir se construye también desde
las reivindicaciones por la igualdad, y la justicia social (productiva y
distributiva), y desde el reconocimiento y la valoración de los pueblos y de
sus culturas, saberes y modos de vida.
La Constitución ecuatoriana hace hincapié en el goce
de los derechos como condición del Buen Vivir y en el ejercicio de las
responsabilidades en el marco de la interculturalidad y de la convivencia
armónica con la naturaleza (Constitución de la República del Ecuador, Art.
275).
En la Constitución del Ecuador se supera la visión
reduccionista del desarrollo como crecimiento económico y se establece una
nueva visión en la que el centro del desarrollo es el ser humano y el objetivo
final es el alcanzar el sumakkawsay o Buen Vivir. Frente a la falsa dicotomía entre
Estado y mercado, impulsada por el pensamiento neoliberal, la Constitución
ecuatoriana formula una relación entre Estado, mercado, sociedad y naturaleza.
El mercado deja de ser el motor que impulsa el desarrollo y comparte una serie
de interacciones con el Estado, la sociedad y la naturaleza. Por primera vez,
en la historia de la humanidad una Constitución reconoce los derechos de la
naturaleza y ésta pasa a ser uno de los elementos constitutivos del Buen Vivir.
Frente al desmantelamiento del Estado impulsado por
el neoliberalismo, se hace fundamental recuperar el Estado para la ciudadanía,
en el marco de la recuperación de lo público, en un sentido más abarcativo. De
ahí que la Carta Magna fortalece el Estado recuperando sus roles en la
planificación, regulación y re-distribución. Sin embargo, no se trata de una
visión estatizante, en la que el antiguo rol del mercado es sustituido de
manera acrítica por el Estado. Por el contrario, al fortalecer y ampliar los
derechos y al reconocer a la participación como elemento fundamental en la
construcción de la nueva sociedad, la nueva Constitución busca el
fortalecimiento de la sociedad como condición necesaria para el Buen Vivir en
comunidad. De este modo se impulsa la construcción de un verdadero poder social
y ciudadano.
Para la nueva Constitución, el sumakkawsay implica mejorar la calidad de vida de la población,
desarrollar sus capacidades y potencialidades; contar con un sistema económico
que promueva la igualdad a través de la re-distribución social y territorial de
los beneficios del desarrollo; impulsar la participación efectiva de la
ciudadanía en todos los ámbitos de interés público, establecer una convivencia
armónica con la naturaleza; garantizar la soberanía nacional, promover la
integración latinoamericana; y proteger y promover la diversidad cultural (Art.
276).
La importancia que se da a la diversidad en la carta
magna del Ecuador, no se restringe al plano cultural, sino que se expresa
también en el sistema económico. La Constitución ecuatoriana reconoce al
sistema económico como social y solidario, incorporando la perspectiva de la
diversidad en su concepción y superando la visión mercadocéntrica que lo
definía como social de mercado.
Para la economía social el ser humano es el centro
de la actividad económica y, por lo tanto, la economía debe estar al servicio de
la vida y no la vida en función de la economía. Esto supone revertir la lógica
perversa del capitalismo, para el que la acumulación del capital constituye el
motor de la vida. La economía social, por el contrario, plantea la generación
de una economía plural en donde las lógicas de acumulación del capital y del
poder estén subordinadas a la lógica de la reproducción ampliada de la vida.
Para ello, el trabajo es una noción central. Se trata entonces de apoyar las
iniciativas económicas de la población desde la perspectiva del trabajo y no
desde la perspectiva del empleo, con el fin de garantizar que la riqueza quede
directamente en manos de los trabajadores (Coraggio, 2004).
A esta reflexión se suma la sobrevaloración que ha
adquirido, en los últimos años, sobre todo entre los y las jóvenes, el ingreso
por sobre el trabajo. Una de las ideas más interesantes que podemos proponer
para promover el Buen vivir es, justamente, la recuperación de la dignidad del
trabajo. Esto empieza con la garantía para el ejercicio de los derechos
laborales, pero también supone la revaloración del trabajo como espacio de
construcción de subjetividades, de capacidades organizativas, de vínculos
solidarios y de conocimientos prácticos social y culturalmente relevantes.
La dimensión social del Buen Vivir en la
Constitución ecuatoriana busca la universalización de los servicios sociales de
calidad para garantizar y hacer efectivos los derechos. De este modo, se deja
atrás la concepción de educación, salud o seguridad social como mercancías.
En la dimensión ambiental del Buen Vivir, reconoce
los derechos de la naturaleza, pasando de este modo de una visión de la
naturaleza como recurso, a otra concepción totalmente distinta, en la que ésta
es "el espacio donde se reproduce y realiza la vida". Desde esta
concepción la naturaleza tiene "derecho a que se respete integralmente su
existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura,
funciones y procesos evolutivos", así como el derecho a la restauración
(Art. 71 y 72). Los servicios ambientales no son susceptibles de apropiación
(Art. 74).
Los derechos como pilares del Buen
Vivir
Las innovaciones fundamentales en el campo de los
derechos, desde la perspectiva del Buen Vivir en la nueva Constitución del
Ecuador, parten del reconocimiento del Estado como "constitucional de
derechos y justicia" (Art. 1), frente a la noción tradicional de Estado
social de derechos. Este cambio implica el establecimiento de garantías
constitucionales que permiten aplicar directa e inmediatamente los derechos,
sin necesidad de que exista una legislación secundaria. La Constitución
ecuatoriana amplía además las garantías, sin restringirlas a lo judicial.
Existen tres tipos de garantías: normativas, políticas públicas y
jurisdiccionales (Ávila, 2008: 3-4). De este modo, la política pública pasa a
garantizar los derechos.
Uno de los elementos claves en la concepción del
Buen Vivir es la integralidad, la vida concebida como un todo indivisible. La
noción de integralidad se hace efectiva en la nueva carta magna del Ecuador al
no establecer jerarquías entre los derechos, superando aquella visión que
establecía tipologías en: fundamentales (primera generación), económicos,
sociales y culturales (segunda generación) y colectivos (tercera generación).
Al separar y jerarquizar los derechos, el
pensamiento liberal apuntala un sesgo individualista y deshace el eje social
que los cruza. Esto lleva en la práctica a la existencia de derechos
fundamentales y derechos secundarios, bajo esta concepción, los únicos derechos
verdaderos son los civiles y políticos, y los otros son sólo enunciados, deseos
poco realistas. Detrás de esta concepción está la vieja distinción del
liberalismo entre la libertad (concebida fundamentalmente como libertad
negativa) y la igualdad. La libertad tiene prioridad sobre la igualdad.
Entonces, existen derechos sustantivos los cuales son inalienables y derechos
adjetivos que podrían pasarse por alto, hasta que se realicen plenamente los
primeros. Esta arbitraria jerarquía ha sido un obstáculo para que la mayoría de
la humanidad disfrute una vida plena. Esta visión se ha concretado en una
defensa de la libertad (léase ciertos derechos civiles entendidos desde los
valores dominantes) en detrimento de la justicia entendida como igualdad, que
fue la médula de la declaración de los derechos humanos de 1948 (Díaz Polanco,
2005).
La Constitución del Ecuador rompe con esta
concepción, enfatiza el carácter integral de los derechos, al reconocerlos como
interdependientes y de igual jerarquía (Art. 11, numeral 6) y los organiza en:
derechos del Buen Vivir; derechos de las personas y grupos de atención
prioritaria; derechos de las comunidades, pueblos y nacionalidades; derechos de
participación; derechos de libertad; derechos de la naturaleza y derechos de
protección.
Educación
para la democracia y el buen vivir
El Programa Nacional de Educación para la Democracia y el Buen
Vivir es un programa emblemático del Ministerio de Educación
que fue instituido para desarrollar iniciativas sobre el Buen Vivir, creando
espacios de participación y promoción de derechos.
Dentro de su marco
de acción están los siguientes temas: educación para la sexualidad,
educación ambiental, educación para la salud, educación preventiva del uso
indebido de drogas, orientación y bienestar estudiantil, y educación familiar.
¿Qué
relación tiene la educación con el Buen Vivir?
El Buen Vivir y la educación interactúan de dos
modos.
Por una parte, el derecho a la
educación es un componente esencial del Buen Vivir, en la medida en que permite el desarrollo de las potencialidades
humanas y, como tal, garantiza la igualdad de oportunidades para todas las
personas.
Por otra parte, el
Buen Vivir es un eje esencial de la educación, en la medida en que el proceso
educativo debe contemplar la preparación de los futuros ciudadanos y ciudadanas
para una sociedad democrática, equitativa, inclusiva, pacífica, promotora de la
interculturalidad, tolerante con la diversidad, y respetuosa de la naturaleza
(todos estos, principios del Buen Vivir).
Salud
En el plano nacional, en la segunda mitad del
siglo XX, la esperanza de vida dio un gran salto, una mujer nacida en 1950
tenía una expectativa de vida de 47 años; hoy supera los 77 años. Del mismo
modo, en 1978 casi 6 de cada 100 nacidos vivos morían antes de cumplir el año
de edad, actualmente, esta probabilidad ha disminuido más de 2.5 veces. En
términos generales, las mujeres ecuatorianas tienen menos probabilidades de
morir de tuberculosis, o en un parto durante su edad fértil o de cáncer en su
edad madura. Concomitantemente, la tasa de fecundidad de las mujeres se
redujo de 5,3 niños en el 82 a 3,28 en el 2001, de acuerdo a las estadísticas
vitales y demográficas del INEC.
La tasa de mortalidad infantil se mantuvo estable durante el período 1994-2004
(30 por mil nacidos vivos), después de un período de rápida reducción observada
en la década anterior y continúa siendo significativamente superior al promedio
de Sudamérica (23 por mil nacidos vivos).
La tendencia de la mortalidad materna es descendente. Se puede apreciar que la
magnitud del descenso en el período 2001-2004 sufre una desaceleración en
comparación con las décadas pasadas, comprometiendo grandemente el logro de los
Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM).
En cuanto a mortalidad infantil, la tendencia al descenso es más clara pero, en
los dos últimos años tiende a formar una meseta, muy probablemente debido al
componente neonatal y peri natal de la muerte infantil que depende de
infraestructura y tecnología costosa y de alta complejidad en los servicios de
salud.
Los indicadores de salud muestran importantes inequidades relacionadas al nivel
de ingreso, grado de instrucción, grupo étnico y ámbito geográfico. La
mortalidad infantil de niños nacidos de madres indígenas (41 por mil) es 50%
más elevada que la de madres mestizas (28 por mil). En áreas rurales, el parto
institucional apenas supera la mitad de los nacidos. Más aún, para madres sin
instrucción y mujeres indígenas, el parto institucional representa solamente el
36,7% y 30,1% respectivamente.
Relacionado con lo anterior está la atención calificada del parto, su
evolución nos indica un incremento entre 1999 y el 2006, manteniéndose una
brecha de necesidad del 14% a nivel nacional, pero que se concentra en el área
rural, donde es más de 8 veces la urbana (34% vs. 4%). Si desagregamos este
indicador por grupo étnico, podemos apreciar que las mujeres indígenas casi
septuplican la tasa de atención no profesional del parto de las mujeres
mestizas.
Casi el 9% del total de adolescentes se embarazan entre los 15 y los 19 años,
según fuentes oficiales (INEC, ENDEMAIN) para el año 2004. Si tomamos en cuenta
que el número de adolescentes, por la tendencia demográfica, es el más numeroso
de la historia del país, es claramente un problema de salud pública que
requiere atención particular.
Si bien la cobertura de seguro de salud aumenta de 1.4% en 1999 a 21% en el año
2005, existe un gran porcentaje de población (casi el 80%) que requiere ser
cubierta.
La desnutrición crónica es el problema de mayor importancia del país, sus
niveles no corresponden al desarrollo social y económico del Ecuador. Su
tendencia es descendente, pero su progreso es lento. Así, en 1998 se ubicó en
27% y en el 2006 alcanzó el 18.1%, con un promedio de disminución de un
punto porcentual por cada año, lo cual es insuficiente para alcanzar la meta
del 2015 de reducir en un 50% la desnutrición y el hambre.
La desnutrición crónica por provincia, revela la inequidad en su distribución
en el territorio nacional, destacando las provincias de la sierra central como
las de mayor afectación, provincias con alto porcentaje de población indígena y
rural, así como con dificultades en el acceso al agua y saneamiento básico y a
una canasta alimentaria adecuada.
Si bien en los últimos treinta años se han observado progresos en la situación
de salud de la población ecuatoriana, sus actuales niveles corresponden a los
más bajos de América Latina, lo que habla de un problema estructural –la
desigualdad e inequidad en salud y condiciones de vida- de larga data aún no
corregido, pues otros países con similares niveles de desarrollo presentan
mejores indicadores de salud (E. Miranda, 1994).
Los Derechos de la Naturaleza y el plan nacional de
desarrollo del “buen vivir”
La
Constitución Política del 2008, en su preámbulo, afirma que el pueblo soberano
del Ecuador, reconociendo las raíces milenarias y celebrando a la naturaleza,
la Pacha Mama, con un compromiso con el presente y futuro, ha decidido
construir “…una nueva forma de convivencia ciudadana, en diversidad y armonía
con la naturaleza, para alcanzar el buen vivir, el sumakkawsay;…”, principio
que conduce no únicamente a un cambio radical en la filosofía del derecho, sino
que además cambia el modelo de desarrollo económico-social del país, y el rol
que en dicho desarrollo le corresponde al hombre. Al tratar del régimen
de desarrollo, la Constitución establece que es el conjunto organizado,
sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y
ambientales, que garantizan la realización del buen vivir, del sumak kawsay, y,
sin definir lo que es el “buen vivir”, añade que “…El buen vivir requerirá que
las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades gocen efectivamente de sus
derechos, y ejerzan responsabilidades en el marco de la interculturalidad, del
respeto a sus diversidades, y de la convivencia armónica con la naturaleza.”
(art. 275) Queda claro que la naturaleza tiene derecho al goce efectivo de sus
derechos constitucionales, pero a su vez, por el reconocimiento que la
Constitución le otorga como un “sujeto de derechos” y al igual que las otras
personas o sujetos de derechos constitucionales, la naturaleza debe,
igualmente, contribuir al desarrollo sustentable, equitativo y sostenible del
país. Por otra parte y, si bien la Constitución no define lo que es el “buen
vivir”, limitándose a entregar ciertos parámetros de planificación encaminados
todos a alcanzar dicho fin; así, en el artículo 3, al asignar deberes al
Estado, determina que debe planificar el desarrollo con miras a “… erradicar la
pobreza, promover el desarrollo sustentable y la redistribución equitativa de
los recursos y la riqueza, para acceder al buen vivir….”, para lo cual se
promoverá, “…el desarrollo equitativo y solidario de todo el territorio,
mediante el fortalecimiento del proceso de autonomías y descentralización…”.
Esta afirmación puede corroborarse con lo señalado en el Plan
Nacional del Buen Vivir (PNBV), que al tratar sobre el desarrollo señala “...entendemos
por desarrollo, la consecución del buen vivir de todos y todas, en paz y
armonía con la naturaleza y la prolongación indefinida de las culturas humanas.
El buen vivir presupone que las libertades, oportunidades, capacidades y
potencialidades reales de los individuos se amplíen de modo que permitan lograr
simultáneamente aquello que la sociedad, los territorios, las diversas
identidades colectivas y cada uno -visto como un ser humano universal y
particular a la vez valora como objetivo de vida deseable....”. En
atención a lo señalado y concremente en lo atienen a la naturaleza, el PNBV
señala que los derechos de la naturaleza, contemplados de manera formal y
específica en la Constitución, se incluyen como parte del Régimen del Buen
Vivir, al tratar de la Biodiversidad y Recursos Naturales. Dentro de
este plan se reconoce que, como parte del Buen Vivir la población en general
asume la responsabilidad de proteger y cuidar de la naturaleza, a través de un
cambio en el modelo de desarrollo y la institucionalización de la prevención y
precaución en la utilización del patrimonio natural y concretamente señala:
“… En la dimensión ambiental del Buen Vivir, se reconocen los derechos de
la naturaleza, pasando de este modo de una visión de la naturaleza como recurso,
a otra concepción totalmente distinta, en la que esta es «el espacio donde se
reproduce y realiza la vida». Desde esta concepción, la naturaleza tiene
«derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y
regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos
evolutivos», así como el derecho a la restauración (arts. 71 y 72). Los
servicios ambientales no son susceptibles de apropiación (art. 74)…”
De igual
manera, la Constitución no define al “Sumak Kawsay” sin embargo en el PNBV se
aproxima a una definición del mismo cuan señala que “Para la nueva
Constitución, el sumak Kawsay implica mejorar la calidad de vida de la
población, desarrollar sus capacidades y potencialidades; contar con un sistema
económico que promueva la igualdad a través de la (re)distribución social y
territorial de los beneficios del desarrollo; impulsar la participación
efectiva de la ciudadanía en todos los ámbitos de interés público, establecer
una convivencia armónica con la naturaleza; garantizar la soberanía nacional,
promover la integración latinoamericana; y proteger y promover la diversidad
cultural (art. 276).”
Cabe
mencionarse, por otra parte, que en el PNBV se considera al Buen Vivir, como un
“…proyecto político actual plantea una transición desde el modelo altamente
extractivista,… hacia un modelo de aprovechamiento moderado sostenible:
utilizando de manera inteligente los espacios disponibles; asegurando la
soberanía alimentaria; considerando el crecimiento poblacional; protegiendo los
paisajes naturales e intervenidos; disfrutándolos; asegurando el mantenimiento
del agua y de sus fuentes; evaluando los riesgos posibles a las poblaciones por
eventos naturales que nos afectan, para poder tomar medidas de precaución y
mitigación; democratizando la planificación y la toma de decisiones a los
ciudadanos y ciudadanas; recuperando la mirada y reconociéndonos como una
nación costera e insular fuertemente ligada al mar, pero también andina y
amazónica; muestras de cumplimiento de los derechos de la naturaleza…”.
El PNDV
para el desarrollo del Buen Vivir y concretamente en relación al medio ambiente
y la Naturaleza, contempla un sin número de mecanismos y principios, entre los
que se cuentan: (i) Fortalecer los sistemas de áreas protegidas; (ii) Diseño y
aplicación de procesos de planificación y de ordenamiento de territorial
en todos los niveles de gobierno, que procuren la defensa del medio en
particular zonas con vegetación nativa ambientalmente sensibles, etc.
(iii) Para el desarrollo económicos, procurar el desarrollo y usos
alternativos, estratégicos y sostenibles que propendan al respeto del
patrimonio natural. (iv) Protección de la biodiversidad, particularmente las
especies y variedades endémicas y nativas; (v) Recuperar, si fuere del
caso, así como preservar y proteger la agro diversidad y el
patrimonio genético del país.
Acorde
con lo dicho y el PNBV, el Ministerio del Ambiente del Ecuador presentó 8 de
octubre del años en curso la Estrategia Nacional del Cambio Climático (ENCC),
la cual pretende impulsar hasta el año 2025 de acciones para que el Ecuador,
acorde con las disposiciones contempladas en la Constitución del 2008 relativa
a los derechos de la naturaleza y al Buen Vivir, maneje oportunamente los
problema que surge con el cambio climático.
Este
plan, como es lógico incluye una serie de mecanismo que directa o
indirectamente pueden afectar a los planes de desarrollo que puede tener tanto
el sector público como el privado, puesto que tiende, entre otros a Mitigar,
contrarrestar y minimizar los impactos ambientales, así como a
concientizar a la población en la necesidad de iniciar emprendimientos
económicos que sean amigables con la naturaleza.
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